viernes, 3 de septiembre de 2010

Poesía sí, verso no.


Hay una peli que a mi me alucina, me llena y me recrea una y otra vez. La tengo prestada y espero que vuelva a la nave nodriza algún día. Es "The pillow book" o "El libro de la almohada" de Peter Greenaway.
No se trata de una película con un sentido estético único -a mi criterio- si no que emana erotismo en cada cuadro, del bueno, y el tema de la poesía, la escritura desde la construcción de un texto hasta el fetiche del trazo, el icono del grafos... El delirio por los idiomas que se entrelazan en la piel humana como si fuera la exhaltación de la Torre de Babel...y luego la visión occidental del contexto oriental. La estética japonesa.

El libro de la almohada, Makura no soshi, es libro de series de cosas que gustan y no gustan a una mujer muy cercana a la emperatriz, Sei Shônagon es el libro en que Greenaway brinda la columna vertical a The pillow book.

Muy recomendable porque son listas de cosas que gustan, no gustan, impresiones muy bien logradas pero que nos impregnan de brisas japonesas con mucha sutileza, relatan costumbres de una manera poco usual y a la vez poco agresiva.
Ha pasado por mis manos pero no lo he comprado, así que extraigo de un blog algunos pasajes:

"En verdad, el amor que se siente por un hombre depende en buena parte de sus despedidas. Cuando salta de la cama, va de un lado para otro, se ajusta la faja del pantalón, levanta las mangas de su capa de corte, o de su traje de caza, se mete sus pertenencias entre su ropa y asegura su faja exterior, una ya empieza a odiarlo".

o

"Cuando trato de imaginar cómo puede ser la vida de esas mujeres que se quedan en casa, atendiendo fielmente a sus maridos, sin vísperas de nada, y que a pesar de todo se creen felices, me lleno de desprecio".

o, y esto es producto de mi mala memoria, la percepción de los pétalos de los cerezos en su caída libre empapelando el camino... en fin una belleza y un ejemplo de delicadeza y sensibilidad.

Pues yo tengo mi propio libro de la almohada en mi cabeza. Hace tiempo decíamos con mi gran amiga Perla, que estamos cada vez más claras lo que no queremos.

Ella decía naturalmente y espontáneamente que no quiere un hombre, que en una cena no le sirva el vino o no haya buscado un lugar para cenar cercano y agradable o distintivo. A mi me parece correcto, porque sino un paseo y por las nubes es mejor, si es que el dinero es un problema. Pero el despiste o el que me importa, es un mal comienzo.

En mi lista, yo quiero poesía. Lo tengo clarísimo. Como lo de Caín, quiero un Caín, consciente de su herida y que se haga cargo -leer anterior entrada para perturbarse- y pero un Caín que sea una expresión de poesía. No un versero.

Cuál es la diferencia? que la poesía es el perfecto equilibrio de una de las tantas posibles expresiones humanas. Entre palabra y sentimiento. La lengua expresa nuestro corazón, muy medicina tradicional china ja! Pero si hay alguien que todavía no maneja su lengua en función de su corda, y estamos hablando que nosotras nos lo exigimos, por lo menos yo me esfuerzo en cuidar esa coherencia, entonces no vale. No vale no por exigentes, no vale porque somos adultos libres y en búsqueda de ser completos e individuales.

El otro día un lector del blog me comentó que mis afirmaciones son duras. Entonces para que no me crezca ningún bigotito corto y feo, diría: si no hay posibilidad de poesía: Abstenerse por favor. Porque para mí si es importante esa coherencia, que me arranquen la vida de un tirón!!!!! Pero con arte y la poesía tiene mucho arte.

El verso, amigas, amigos, el verso es como ver la réplica del David o una taza con parte del techo de la Capilla Sixtina... o como ese vestido que parece de...pero no es.

De versos tuve una sobredosis, no hace mucho. Un hombre emisor de versos, compulsivo. Tanto que eran necesarios para él, y no para mí. A ver, su necesidad estaba sustentada por un Narciso gigante, enorme y concreto como de piedra. Este Narciso-narcisisimo no dejaba verme, se interponía al punto que no sé si supo de mí en algún momento. Y yo caí en la trampa, encantada por la idea que yo me había forjado de este versero profesional. Los "te adoro" los reproducía en escalas industriales. Sus versos se plasmaban en mails diarios... Pero era un medio hombre, y yo evidentemente no era la mujer. NO hubo salto, nadie arriesgo, duró medio año y salí ilesa aunque tenía una maña mala mala, la manipulación extrema tapizada y camuflada con la historia que se estaba montando de todaaaa la historia. Versero al fin.


El verso es un cúmulo de palabras, por ahí bonitas, por ahí con rima o sin ella, con intención... pero no tienen esa capacidad divina de trascenderse.

El poeta no sólo deberá escribir, decir sino vivir en poesía. En mi lista, en mi libro de la almohada dice "Vivir poesía cada minuto, cada día, conmigo, con mi almohada, con mis gatos, mis afectos y consigo mismo" Si eso lo puede ser será más que una poesía una oración. La poesía no es una cosa, es un estado. Es una pieza de música, enlazada al mejor perfume, expresada con la tibieza más pura, plasmada con los mejores calores, y con el mejor sabor. Algo que se vive y se reconoce, como nosotras sabemos que vemos, cuando nos vemos al espejo. Como cuando miramos a los ojos de un amante y esos ojos nos penetran y a la vez son un puente entre su no sé qué humano y nuestro no sé dónde. Es un rapto, nos toma.

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