Érase una vez, un sueño dislocado, anacrónico y que se escapa de las manos.
Ese sueño, es así solo eso. No da hálito a las ánimas, es un destello espectral de lo que no va a ser.
De comprender su dinámica, se puede desplegar un desencanto sin retorno.
Sí, todo se escribe puntos apartes por la incomprensible modalidad entre Marte y Venus.
Asqueados de guerras, de muerte, de destrucción, de desconexión se entona, se invoca otra posible realidad.
No hay continuidad entre un golpe de sentido y otro. Son frases que parecen no decir mucho pero, dicen tanto.
Soy Tita, la que escribe sin cara, sin cuerpo pero que no cae en la paradoja de Eco, ser condenada a no tener ni imagen ni forma sino la fugacidad de la onda de un sonido que se pierde con el viento, rebota hacia el infinito.
Viendo el mar desde la ventana de donde me encuentro, yo Tita que nada tengo que ver con ningún Tito, invoco la posibilidad de la dulzura del amor.
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